jueves, 16 de junio de 2011

LA RESPONSABILIDAD DE ESCOGER



MARIO Vargas Llosa entendió bien el viejo dilema de tener que optar no entre lo malo y lo bueno, sino por el menor de dos males, cuando expresó que el balotaje presidencial entre Keiko Fujimori y Ollanta Humala es como elegir entre el cáncer y el sida. El decidió -tapándose la nariz y con un suspiro de resignación- votar por Humala. Otros han optado por Keiko. Unos terceros votarán en blanco o nulo. Todas son alternativas realistas. Lo que constituiría un inaceptable signo de inmadurez sería que un ciudadano peruano negara el conflicto y dijera que prefiere votar por un candidato ideal que sucede que no estará en la papeleta.

Esa es la broma de Woody Allen cuando declaró que quería ser inmortal no por sus obras, sino por no morirse, una opción que obviamente no figura en el menú, por lo menos en el futuro previsible. Más aterrizado es el anciano del cuento que a la pregunta de si es muy malo ser tan viejo contesta: "No tanto, si se considera la alternativa", la cual, por supuesto, no es volver a ser joven, sino estar muerto.

Sólo los niños pueden permitirse pensar en el qué y no en el cómo, a la manera del chiste de Woody Allen. Si un pergenio pide un poni para su cumpleaños, toca a los papás evaluar la idea tomando en cuenta el precio, los riesgos, dónde guardarlo y cómo mantenerlo. Por ello me sorprendió mucho cuando a comienzos de los años 90 leí una entrevista al ya fallecido Pedro Vuskovic, quien fuera ministro de Economía del gobierno de Allende. El entrevistado describía la situación económica del país a la que él aspiraba, y cuando el periodista le preguntó por qué posibles caminos se podía llegar a esa meta, dio una respuesta sorprendentemente pueril: "Yo no entro al cómo".

La gente de a pie, que hoy en día puede movilizarse por decenas de miles en respuesta a los llamados de las redes sociales, necesita entrar al "cómo" por un imperativo de credibilidad; no en lo inmediato, cuando aún están asombrados por su propia capacidad de protestar masivamente, pero sí pronto.

Ese es el desafío que plantea el proyecto HidroAysén contra el que protestaron decenas de miles de santiaguinos la semana pasada. En este caso la elección es claramente sobre el mal menor. Uno puede sostener que en 10 años más el país no necesitará tanta energía como se vaticina, pero debe dar argumentos convincentes. También se puede declarar que sin importar cuánta energía se requiera, hay que proteger la Patagonia y que uno está dispuesto a vivir en una situación de escasez energética. Por último, se pueden sugerir, fundadamente, modificaciones sustanciales al proyecto. Si, en cambio, uno propicia que se empleen medios alternativos de generar energía, es necesario demostrar que ese candidato ideal puede estar "en la papeleta". Lo que no es una actitud madura es declarar "no sé cómo se puede hacer, pero debiera ser posible".

El problema de fondo es que, por definición, el mundo político toma muy en cuenta a quienes no se detienen a pensar en el "cómo", si resulta que son muchos. Después de todo, el cómo llegar a ser elegido o reelegido es una cuestión crucial.